Por

Anónimo

diciembre 27, 2014

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Mis Puterías 1

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Mi mamá allá afuera, en el patio. Platicando con mi tía Bety, de esto y aquello, ya saben… sus chismes. Sentadas bajo la fresca sombra del viejo roble y tomando limonada. Más allá, mi hermanito Edgar, jugando con el perro pachón y color galleta: Fuki le puso él al pulgoso que le trajo mi padrastro de su viaje a Guadalajara…

A mi me trajo este dije de oro: una mariposa que revolotea entre mis pechos, mientras yo gimo y gimo y gimo, con mi frente pegada al cristal de mi ventana y mis ojos verdes mirando a mamá y mi tía y mi hermanito y su perrillo. Yo acodada en mi buró, junto a la cama, y

mi padrastro aferrado a mis caderas. Don Joaquín susurra mi nombre: Yesenia. Y me mete urgido, duro y potente su verga gruesa y caliente por mi hoyito trasero. ¡Hmmm!, bien rico me la mete mi padrastro y yo mientras vigilo la ventana. Lo extrañaba ya, y mucho, demasiado.

Anoche llegó. Y yo echando novio con Lucino, tomados de la mano, y el hijo de su compadre aventuraba uno y otro beso a mis labios. En eso llegaba el camión y se bajaba mi padrastro y me miraba con recelo… pero saludó afable al chavo y pasó de largo, y en sus manos esas caja de la que sacó al pulgoso can, y mi hermanito bien feliz. Ya en la cena; y ya habiéndose ido mi galán en su moto, mi padrastro sacó esas dos cajitas del bolsillo… una para mamá y la otra era mía. Mi madre sonreía de su esclava de oro, que don Joaquín le ponía en la muñeca. Y yo veía esa mariposa…

Que a medianoche él me ponía, y besaba mi hombro y susurraba que soy tan preciosa, y sus manotas güeras acariciando mis pechos, mis pezoncitos cosquilleantes entre sus dedotes maravillosos. Yo mirándonos en el oval espejo de mi ropero, y sentía su pene inmenso y durísimo abriendo mis nalgas, buscando mi hoyito anal… Pero nomás y no se pudo. Pues sonó su celular, allí en su pantalón, en el piso.

¡Chin… !, pensé yo mientras su verga prodigiosa se retiraba de mis nalgas y él soltando mis tetas y juntaba su pantalón, y sacando su cel recibía la llamada… yo frustrada, me dejaba caer de nalgas en mi colchón y abrazaba mi osote de peluche, que mi novio me regaló por nuestro primer mes juntos. Mi padrastro con el celular en la oreja, rascábase la panza güera y velluda, y sus ojillos negros mirándome y sonreíase, y su verga enhiesta y babeante… Yo me relamí los labios con la lengua, y arrojaba el oso al piso, y caía de rodillas, y mi naricita frotándola a la punta de su verga tiesa y caliente. Mi mano zurda en mi vagina, mis dedos los metía y me picaban rico; y mi manita derecha pelando su platanote… ¡Hummm!, sus fluidos lubricantes caían en mi lengua… él me miraba y decía: «Sí, está bien, ajá, claro, sí, sí ya sabe»… y yo le chupaba su verga deliciosa. Apenas y me cabía su cabezota y la mitad del balano en la boca, y me picaba la campanilla. Pero yo engolosinada, allí a sus pies. Yo su esclava. Su puta. Suya toda, en cuerpo y alma desde mis trece… cuando llegó a mi camita una fría noche de invierno y me enseñó lo que era ser mujer… y mi muñeca caía al piso… y de allí la guardé para siempre en esa caja,con unos zapatos viejos y mi Biblia y vela de la primera comunión.

Pero don Joaquín me sacó su verga de la boca y dijo que se iba. Que habían metido a su hermano Rodrigo al bote… y me dejó allí, en el frío piso. Y suspiré, y veía al oso ese que me miraba sin mirarme. Arrancaba su camión y se iba. Yo en la ventana de la sala. Abotonando mi pijama de florecitas, regalo de mi tía Bety. Mi madre salía de su recámara (y bostezaba como oso). Sonreí y me inquiría lo que sucedía. Medio le explicaba yo el asunto de su cuñado en la cárcel… y luego fingía yo un bostezo y me iba a mi cuarto.

Pero no podía yo dormir… necesitaba yo una verga y que fuera lo suficientemente grande y gruesa y peluda para suplantar a la de mi padrastro.

«Sergio», me dije yo. Y jalaba mi celular del buró.

Sergio llegó a mí a los quince minutos. Vivía allá en la loma, y bajó corriendo. Yo le abría la puerta trasera del patio y él me iba a dar un besito en la boca y meterme la mano en el pantalón de pijama… pero el mugre perro ese lo mordió en la nalga. ¡Maldición!. Y Sergio pegó un grito que despertó a toda la colonia. Sí porque se prendieron luces aquí y allá y más allá… máxime que todos los perros de la cuadra empezaron también a ladrar y ladrar. Yo me fastidié, de plano, y le di una patada al jodido perro. Y a Sergio lo sacaba a empellones de mi patio. Y lo corría, pero el mascullaba, amenazaba con matar a ese perro del demonio, y se sobaba la nalga. Yo casi me reía, y el moreno chavo con el pantalón rasgado y manchado de sangre. Metía al perro dentro y jalaba la puerta de madera. A Sergio le prometía una cogida inolvidable. «…pero ya vete, ándale porfitas…» Y besaba yo su boca y ponía su mano sobre mi pecho desnudo, bajo mi pijama. Le guiñé un ojito y al fin se largaba el zonzo novio de mi mejor amiga.

Justo a tiempo. El vecino: don Filemón Trujano salía en short y chanclas, con la escopeta en las manos. Y yo metíame con sigilo a mi patio y por una rendija de la puerta de tablas espiaba. Detrás de el viejo Trujano salía su yerno Mario, y alumbrando con su linterna. Más allá abría su puerta don Gonzalo, el nuevo marido de doña Cuquis, la tamalera. y entre los tres se ponían a revisar los alrededores… Pero Sergio segurito ya debía estar llegando a su casa. Los fulanos vecinos alegando de que tal vez fue un tlacuache en busca de pollos… Y yo mejor volvía a mi cuarto, a mi cama, y suspiré por mi mala suerte. Mamá esta vez no despertó. Pero mi hermanito, abrazado a su dinosaurio morado, de peluche, salía a mi encuentro en la sala, a oscuras, y quería un vaso de agua. Y prendí la luz de la cocina y se la serví. Yo lo veía tomar su agua… y pensaba en mi padrastro. tenía yo tres años como Edgar, cuando murió mi padre y don Joaquín era su mejor amigo, y él se quedó en su lugar.

Arropaba a mi hermanito en su cuarto y le conté un relato de un gato con espada y que iba montado en un perro…

«¿El perro se llamaba Fuki?»

«Sííí el perro se llamaba Fuki, y el gato espadachín acudió al llamado del rey Conejo…»

Edgar se dormía de nuevo y yo de regreso a mi alcoba, a mi cama… y arrojaba mi pijama al piso y desnuda me dormía en espera de mi padrastro.

Continuará…


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2 respuestas

  1. nindery

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