
Por
Anónimo
Ella fue a comprar
Uno de esos días entre semana en los que se está organizando todo lo de la casa, Julia tenía que ir a la tienda para comprar algunas cosas que faltaban.
Sobre las 11 de la mañana se dispuso a salir arreglándose un poco por aquello de ir «decente»: se peinó un poco, se colocó bien su faldita por encima de las rodillas, cogió su bolso, asegurándose de llevar la cartera y las llaves, y salió.
Cuando llegó a la tienda, que a penas estaba unas calles más abajo, había un cartel colgado que decía «cerramos unos momentos por reparación de pequeña avería», así que, después de pensar qué hacer decidió sentarse en un banco que había enfrente de la puerta, al otro lado de la calle, que era bastante ancha y además tenía un árbol que formaba un buen escenario para observar a la gente que pasearía, coches, etc.
En unos minutos apareció un hombre con un carrito lleno de flores. A Julia no le costó adivinar que, evidentemente las vendía a quien pudiera necesitarlas. Pensó en parejas de enamorados, amigos, quizá algún adolescente que antes de pasar a la acción con su pareja decidiera engatusarla con alguna de esas rosas de siempre … pero algo llamó inmediantamente su atención: el aroma que llegó hasta su nariz: era algo fantástico, embriagador, casi mágico ….
Casualmente, el hombre, aprovechando la sombra del árbol, se detuvo al lado de ella y colocó el carrito entre el tronco y el banco. Se giró y le dijo -Buenos días. Julia, lo miró inmersa en esa mágica sensación que tenía y le devolvío el saludo: buenos días.
La mujer estuvo varios segundos disfrutando todavía de esos aromas, y de hecho hasta llegaron a cerrársele los ojos por tal efecto, relajando tanto su cuerpo que sus piernas se separaron levemente, dejando la abertura de la falda un poco más pronunciada. El hombre, le dijo con una voz cálida y profunda -sabe? no se si estará usted cansada o bien estará relajada por la cara que le estoy viendo ahora mismo, pero le voy a regalar esta flor de dos colores que me parece muy adecuada, entre otras cosas porque hace juego con su ropa. Efectivamente no falló, porque era una estupenda rosa Madame Meilland con colores blanco y rosa que combinaba perfectamente con los tonos azules de esa falda entreabierta y que además, parecía un poco más corta de lo normal por haberse retraído al sentarse.
Julia, rápidamente apretó sus muslos, puso su mano derecha en la abertura y por si fuera poco, colocó el bolso encima y la otra mano sobre éste, fruto del rubor por la sensación. El hombre, con cierto disimulo colocó la flor sobre la mano que estaba encima de aquella montaña improvisada. Ella dijo -no es necesario, pero gracias, es preciosa.
Después de otro pequeño silencio donde ya, por la mente de Julia pasaban mil cosas: nervios, el ambiente maravilloso de aquel olor y, de nuevo, una incomodidad por la posición corporal que tenía …. se dio cuenta que uno de los dedos de la mano derecha (la que tapaba la abertura de las piernas) rozaba el muslo y el filo de la braguita que llevaba puesta y además podía intuir también una especie de «calor húmedo» que se estaba produciendo. Lo que faltaba, se estaba excitando!.
Miró discretamente hacia el hombre y observó que el pantalón blanco que llevaba puesto marcaba un arco lo suficientemente grande para que no quitara los ojos. Un poco más abajo ella podía distinguir sin problema uno de los dos testículos que su perspectiva le permitía ver, y que también tenía un tamaño perfecto para una mano … para su mano. En ese momento, la punta de su lengua se asomó a su boca por el centro y, como dando un paseo, se deslizó hacia la comisura derecha de su boca: había tanta humedad entre las piernas como entre los labios de la boca.
El vendedor, volvió a mirarla y le dijo -disculpe de nuevo, pero lllevamos un ratito aquí y aún no me he presentado: me llamo Luis. Ella, con voz entrecortada dijo -soy Julia. Encantada. De nuevo, Luis se dirigió a ella -te importa si me siento a tu lado? Llevo todo el día caminando con el carrito y a penas me he sentado. Por supuesto, respondió. Él se sentó a su lado izquierdo.
Al sentarse, Julia miró de nuevo, todavía con discreción, y veo que ahora la visión era mucho mejor en todos los sentidos: el tamaño de aquel miembro era mayor, por lo que dedujo que Luis también estaba excitado … justo en ese momento se le escapó una expresión que no puedo disimular «que calor!».
El hombre, por el grado de excitación que efectivamente tenía, le respondió: «si que lo hace. Y de hecho creo que se de donde viene». Sin dudarlo, colocó su mano sobre la que Julia tenía entre sus piernas y tras un pequeño repudio de ella (intentando mostrar cierto recato y casi un aire de vulgaridad ante ese hecho) no pudo ceder y permitió la entrada a esa mano tan suave como fornida que entró directamente hacia un coño totalmente mojado que la esperaba tras unas bragas que molestaban más que otra cosa.
La respiración de Julia comenzó a convertirse en algo casi desenfrenado y no sabía como controlar los gemidos que emitía su garganta, por lo que tras mirar a ambos lados, le dijo a Luis: «aquí no … hay gente». Luis, cuyo pantalón estaba a punto de reventar le contestó en un segundo: detrás del carrito: apóyate y yo seguiré este trabajo por detrás de tí.
Así fue: Julia se colocó como si estuviera mirando los ramos de flores desde la parte trasera y Luis se colocó rozando su culo y mirando hacia otra parte del carrito, pero por debajo, volvió a introducir su mano por la falda y retiró la braguita. Dos de sus dedos entraron sin ningún esfuerzo, con una suavidad digna del mejor de los lubricantes dado que la vagina de Julia, además de caliente estaba emanando flujo que tocaba hasta los muslos … Ella apretó sus manos en el mostrador donde estaba apoyada con una fuerza mayor de lo normal para mitigar los gemidos que ahora, intentaban ser mayores que antes. Y de repente, Luis introdujo los dedos hasta el fondo del coño de Julia como si quisiera atravesar su cuerpo por dentro y los dejó presionando: Julia, ya sin control, cerró los ojos, mantuvo la respiración y casi llorando hizo un sonido con la garganta y la boca cerrada que sin duda alguna era un orgasmo fuera de toda condición. Giró levenmente la cabeza hacia atrás y abriendo mínimamente la boca le dijo a Luis :»sigue así» mientras que en la mano de Luis cayó un pequeño chorrito de flujo que resbaló por sus dedos.
Luis, que no podía más, con su mano derecha soltó el botón de su pantalón, bajó un poco el calzoncillo y sin que Julia se diera cuenta, sacó una polla grande y dura que apuntaba directamente al agujero que marcaban los dos dedos de su otra mano que, además, estaba totalmente mojado en su totalidad. Y por si fuera poco, Julia subió un poco el culo fruto de la excitación que tenía. Con un golpe de cadera, Luis encaró su miembro y lo introdujo de un golpe, pero no en la vagina, sino en el ano. Julia sintió un poco de dolor pero duró menos de un segundo, el cual se convirtió en un pequeño grito que calmó tapando su boca. Luis no dió marcha atrás, sino que siguió perforando el culo de Julia sin parar y metiéndola hasta el fondo.
Julia, levantó la cabeza levemente para disimular aquello que era bastante evidente y miró al frente, hacia la tienda, con tal sorpresa que después de volver a abrir de nuevo (obviamente no se había dado cuenta) había una mujer mirando hacia ella … y en ese momento, se quedó paralizada a la vez que otro golpe de calor subía por su cuerpo por la enorme polla que la estaba follando. Luis, ajeno a eso, la sacó demasiado, tanto que su polla salió de aquel agujero, y volvió a empujar, pero ahora si, entro al coño que, parecía querer su parte también. La metió hasta el fondo y tal era el calor que encontró y la cantidad de humedad que la dejó metida a tope. A Julia, que aún seguía paralizada por todo aquello, le vino otro orgasmo mayor que el anterior y sus muslos comenzaron a temblar sin freno. Para su fortuna, la mujer que miraba lo hacía a un coche de un color verde claro que había aparcado al lado.
Una vez que Julia «volvió a la realidad», Luis se acercó a su oído y le dijo «me voy a correr dentro de tu coño, así que ábremelo bien» y en un segundo Julia notó como esa polla perfecta crecía en tamaño y soltaba su líquido espeso y caliente que regaba toda su vagina y de hecho hasta parecía gotear por los labios.
De repente, dos señoras pasaron paseando y mirando al carrito, con además de parar a por flores, así que Luis, como pudo guardó su pene, ahora algo más fofo, le colocó bien las braguitas y la falta a Julia y se dió la vuelta. Ella, salió de ese escenario y, como si fuera flotando, cruzó la calle y entró a la tienda. Una vez allí, hizo su compra, pagó y al ir a guardar el cambio en la cartera advirtió que en el lado de su falta había un poquito de semen. Lo cogió con un dedo, se lo metió a la boca y con una sonrisa picarona le dijo al tendero «gracias. Buenos días»
2 respuestas
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