
Por
Anónimo
La primer mamada que te hice...
Veíamos tranquilamente televisión, acurrucados en el sofá. Llevaba puesta mi pijama corta con encaje y tú ropa formal. Tu mano alrededor de mí me daba esa sensación de protección y deseo.
El programa que veíamos se tornaba aburrido, yo solo pensaba en lo rico que seria bajarte el pantalón y comenzar a chupártela de una vez por todas. Tú también lo sentías, nuestras respiraciones se iban descontrolando mientras que nuestros cuerpos se pegaban mas.
Tus suaves y deliciosos dedos comenzaban a acariciar mis desnudos hombros, comenzaban a subir hasta llegar mi cuello, me acurruque más a ti. Llevaste tu traviesa mano hasta mi nuca, tus dedos jugueteaban entre mi cabello y me susurraste al oído «Quiero que me chupes la verga, mi amor», mi vagina se humedeció y solo asentí.
Baje dulcemente, poniéndome de rodillas frente a ti, mis manos temblaban y con dificultad desabroche tu pantalón. Me sorprendí al ver lo erecto y húmedo que estaba tu pene, volteé a verte y notaste lo sorprendida que estaba «no he dejado de mirar tus pechos, son hermosos», respondiste. Eso me puso nerviosa pero ahora tenia mas ganas de ponerlo en mi boca.
Lo tome con mis manitas, se veía bellísimo. El solo hecho de pensar que más adelante lo tendría dentro de mí, me excito. Metí solo la puntita en mi boca, saboreé y estaba riquísimo. Pase mi lengua por el glande de lado a lado, tu respiración agitada y esos gemidos reprimidos me hicieron seguir.
Mi lengua bajo a la base, siguiendo por lo largo del tronco, comencé a dar repetidas lamidas de base a punta, tu sabor era adictivo. Abrí mi boquita bastante y lo metí dentro, tuve que hacer un esfuerzo para no lastimarte, lo saque cubierto de saliva, ahora si gemías con ganas.
Mi boquita estaba cansada de tanto chupar, así que decidí masturbarte un poco. Quería ver como te corrías en mis manos. Comencé a hacerlo suave, tus facciones eran impresionantes, solo cerré mis ojos y disfrute de los sonidos. De repente tomaste mi nuca de nuevo y enredaste tus dedos en mi cabello, te levantaste del sofá, me mantuviste arrodillada sujetándome con una mano el hombro y con la otra jalando mi cabello y metiste tu pene en mi boca.
Comenzaste a penetrarme con mucha fuerza, me dolía pero estaba excitadísima por la forma en que te movías y llegabas hasta mi garganta, las arcadas eran fuertes y solo podía intentar mover mi lengua para hacerte sentir mas rico. Lo hacías cada vez con mas fuerza y yo sentía que moriría porque se me dificultaba respirar o de tanto placer que sentía al tenerte dentro.
A los minutos, entre respiraciones agitadas, gemidos y palabras entrecortadas me avisaste que te vendrías, ibas a salir de mi boca pero detuve tu pene con mis manos y asentí, quería saborearte por completo. Comencé a mamar como si fuera una experta, te corriste a los segundos y me dejaste la boca llena de leche, se me escurría por la barbilla, el cuello y llegaba hasta mis pechos. Me sujetaste el rostro y me lo hiciste tragar, era delicioso tu semen…
Una respuesta
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