
Por
Anónimo
Bisexual desde adolescente
BISEXUAL DESDE ADOLESCENTE
Mi hermanastro me estrenó y me uso mucho tiempo.
Tenía como 14 años cuando Alberto me hizo suyo.
Alberto era un hombre guapo, de ojos verdes, pelo un poco quebrado y un cuerpo macizo producto del trabajo duro, era mayor que yo y muchas mujeres suspiraban por él y a pesar de tener muchas novias, por un tiempo fue solo mío. Tenía 17 años y ya era de bigote. No era alto y si algo robusto sin ser obeso para nada.
Una tarde, después de comer, nos acostamos a echar una siesta, como muchas veces lo hacíamos. Era un cuarto sin ventanas, así que cerrando la puerta quedaba a oscuras casi completamente. Me dormí de espaldas hacia él y no supe si me toqueteó las nalgas o soñé, lo cierto es que cuando quise despertar ya me había bajado los pantalones y calzones y tenía su verga ensalivada apuntada hacia mi culito virgen. Por un momento quise reclamar, pero yo creo que para entonces yo ya tenía mis inclinaciones bisexuales por lo que lo dejé maniobrar. Poco a poco me comenzó a restregar la cabeza de esa verga hermosa, muy corta pero bien gruesa. Comenzó a introducírmela despacito y cuando iba a la mitad, la metió de un jalón jalándome fuertemente de una cadera y con la otra mano del pecho, provocándome un gran dolor, pero reprimí el grito de dolor para que nadie se diera cuenta, es más, yo me hacía el dormido para recibir la cogida con algo de dignidad.
Estuvo muchos minutos en el mete y saca mordisqueándome las orejas y con un brazo debajo de mi axila agarrándome las tetillas fuertemente y con el otro toqueteándome todo el cuerpo hasta que por fin se vino dentro de mi inundándome con una abundante lechada y su verga hinchándose dentro de mi provocándome dolor y placer a la vez. Luego se volteó enojado con él mismo, yo me quedé con el culo desgarrado, pero con una gran satisfacción. Me la jalé hasta que expulsé mi semen.
Durante varios días sentí un gran dolor cuando iba al baño y miraba a mi macho con gran amor y admiración, él me trataba mal, pero lejos de enojarme, me sentía como una esposa humillada.
Durante mucho tiempo me utilizaba para satisfacer su necesidad de eyacular dentro de un hoyo, yo me sentía feliz recibiendo ese pedacito de carne chiquito pero sabroso.
Después era yo el que provocaba acariciando sus brazos y hombros tan bien formados, eran sensuales.
En una ocasión nos subimos a la azotea de la casa, en la tardecita y allí me cogió delante de dos muchachas que estaban en la azotea de otra casa, a mí me daba vergüenza, sentía morbo y al mismo tiempo sentía algo de orgullo por ser poseído por ese macho, ejemplar masculino que era deseado por hembras de verdad y que en ese momento era mío. Las chicas miraban asombradas, por momentos con burla, pero luego comenzaron a tocarse cada una su raja. Fue un momento muy morboso que al recordarlo me provocaba arrepentimiento, pero también algo de disfrute.
En una ocasión me cogía con furia, como siempre lo hacía, de manera salvaje, de lado, nunca habíamos experimentado otra posición cuando de pronto me trabó con una de sus piernas y con sus dos fuertes manos me agarró mis brazos para inmovilizarme y me dio la vuelta y con sus pies trabando los míos y sus fuertes manos me impedía los movimientos de las mías y así, yo encima de él, totalmente acostado en su pecho y panza, como si estuviera crucificado, yo estaba muy delgado y manualito, se movió con gran violencia hasta que se vino dentro de mi provocándome un gran dolor, pero una gran satisfacción por sentirme como una mujer puta y por haberle proporcionado un gran placer a ese guapo macho.
Así duramos algunos años teniendo relaciones esporádicamente, a él le gustaban más las mujeres, pero conmigo se desahogaba con mi culito apretado.
Pasó el tiempo y en tres años no volvimos a tener esos encuentros candentes porque me fui a otra ciudad a estudiar. Yo tenía relaciones sexuales con un hermano menor, pero esa es otra historia.
Un día Alberto sufrió un accidente y me fui a cuidarlo con mucho amor por varios días a la clínica y cuando estaba casi reponiéndose, llegó a casa y lo pusieron en mi cuarto para que yo lo atendiera. Una noche de lluvia me deslicé a su cama, le comencé a agarrar se pene que no tardó en ponerse duro, lo quise chupar, pero cuando lo iba a hacer me dio asco, no olía bien y aparte, él me lo impidió. Lo toqué y jugué con él unos momentos y por fin lo monté, con su verga encajada en mi ano comencé a cabalgarlo a mi ritmo. Lo interesante de este encuentro fue la novedad de convertirme en amazona y de hacerlo en un momento de lluvia con un torrencial aguacero y la luz de los relámpagos entrando por el gran ventanal que tenía ese cuarto grande, a diferencia de donde me estrenó.
La luz nos iluminaba de una manera espectacular iluminando nuestro cuerpo desnudo y dibujando con sombras en la alta pared, esa escena espectacular que yo disfrutaba al verla, y yo moviéndome acompasado, con ritmo lento, acariciando su cuerpo y besándole la boca, él se quería resistir, pero estaba a mi merced. Me movía en círculos y aunque en esa posición me dolía bastante, disfrutaba enormemente por sentirme capaz de subirme en él, de vez en cuando me masturbaba mi pene, un poco más delgado que el suyo, pero más grande, más del doble. Por fin mi amante se decidió a tocar mi pene, nunca lo había hecho, me trataba como si yo no tuviera y fuera mujer, su mujer sumisa, su esclava, su objeto de placer, su puta… y aceleré mi ritmo hasta que por fin se vino y me vine en sus manos, todavía me seguí moviendo durante unos momentos hasta que él casi me avienta.
Me fui a mi cama satisfecho, sin duda que fue una gran cogida, la mejor y la última con él. Hoy después de tantos años, tengo fantasías: chuparle el pene completamente en mi boca, vestirme de mujer en lencería sensual, practicar muchas posiciones…
Una respuesta
-
Stop jerk off. I know a site where thousands of single girls are waiting to be fucked. Look at them: http://xnice.fun/rt
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.