Por

Anónimo

mayo 14, 2017

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EL POLVAZO CON LA ABUELA DE MI NOVIA

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Todo ocurrió el sábado pasado. A las nueve pm, llegué a la aldea donde vive la abuela de mi novia. Detuve mi coche, un viejo Renault Clio, y por la ventanilla le pregunté a una muchacha donde quedaba la casa… de mi novia. Me dio las indicaciones. LLegué a la casa. Aparqué el coche. LLamé a la puerta y me abrió una mujer madura y de muy  buen ver.

-¿Eres el novio de la chiquilla?

-Sí, y usted debe ser su abuela.

-Soy. Pasa, pasa. Pensé que vendría contigo.

Entré en la casa y la abuela me llevó a una salita de estar, que estaba delante de la cocina.

-Creía que ya estaría aquí.

-Pues aún no ha llegado.

-¿Cenaste?

-No.

-Tengo un gallo de corral en la cocina de hierro. Cuando llegue la chiquilla, cenamos.

Me sonó el movil. Lo cogí y era mi novia.

-¿Vas a tardar mucho?

-Se me averió el coche. Me lo dan mañana a la mañana.

-¿Dónde estás que te voy a buscar?

-No vengas. Con la que está cayendo puedes sufrir un accidente. Ya cogí una habitación en una fonda.

-Aquí no llueve… – fue decirlo y comenzar a diluviar – Empezó ahora.

-Nos vemos por la mañana.

-Hasta mañana

-¿No viene a dormir la chiquilla? -me preguntó la abuela.

-No.

-¿Eres de vino blanco o de vino tinto?

-Con la carne, tinto. Si aún me invita a cenar.

-De tú. Claro que vas a cenar. Vas a cenar y vas a beber hasta que te canses. Es sábado.

La abuela, me llevó con ella a la bodega. Allí había dos cubas y cinco barriles. Una docena de garrafones y miles de botellas de vino tinto y blanco, además de botellas de aguardiente de hierbas, de licor café y blanca.

-El vino ya lo vendí todo. Sólo dejé un barril de nueve arrobas para consumo propio y esas botellas que ves.

Abrió la billa de un barril. Cogió dos litros de vino en una jarra, y me dijo:

-Échale una mano a una de esas botellas de caña de hierbas.

-Sus palabras son órdenes,

Poco después nos sentábamos a la mesa, enfrente de la cocina de hierro, comenzamos a cenar.

-¡Qué bueno está el pollo! -le dije.

-Es un capón.

-La verdad es que nunca había comido un pollo tan rico. Duro y jugoso.

La abuela, me sonrío, y más tarde me daría cuenta que no estaba pensando en el gallo, en comer, si, pero gallo, no.

Nos comimos el pollo. Chupamos los dos litros de vino, y llegó la hora del café. Mientras me lo hechaba en un tazón, me dijo.

-Este café lo trajo un vecino de Colombia. Uno que andaba con la droga y que ahora está preso. Ya verás que bueno.

Lo probé y estaba delicioso.

-Sí que está bueno, sí.

La abuela, abrió la botella de aguardiente y se echó un vaso para ella y otro para mí. Si, sí, un vaso, no una copa. Acercó su vaso al mío. y le pregunté:

-¿Por qué brindamos?

-Por la noche. Por la compañía. Por…

-Por nosotros.

-Por nosotros.

Brindamos. Se mandó el vaso de un trago, sin pestañear. No quise ser menos. pero yo sí que pestañeé. Mas que pestañear, lloré, lloré al sentir como se me quemaban las entrañas. La abuela, volvió a llenar los vasos.

-¿A qué esta buena?

-Perdona que te diga una cosa. Los cosacos, a tu lado, bebiendo, unos chiquillos.

-Estoy intentando emborracharte.

-¿Para qué?

-Para que me quites las ganas que tengo atrasadas. Para follarte y volverte a follar. Hace veinte años que quedé viuda, y veinte años sin probar una polla son muchos años.

-¿Y su nieta?

Se acercó a mí. Se arrodilló. Abrió la cremallera de mi pantalón. Sacó mi polla, y antes de meterla en la boca, me preguntó:

-¿Se lo vas a decir tú?

Me hizo una mamada de maestra. Cuando me iba a correr, le avisé:

-Cuidado que me corro.

Siguió chupando. Me corrí. Saboreó mi leche como si fuese una dulce bebida.

-Deliciosa. Ya no me acordaba como sabía. Ahora nada mejor que un chupito de aguardiente.

¿Chupito? Se calzó medio vaso.

-La bebes como si fuera agua.

No me contestó. Puso la botella de aguardiente y los vasos en el suelo. Se sentó sobre la mesa, y me dijo:

-Adivina que quiero que me hagas.

-No hacía falta ser adivino. Quería que se la comiera. La besé. Recibió mis besos con sumo agrado. Le quité la blusa blanca y el sujetador azul. Me enontré con unas tetas pequeñas con areolas negras y pezones grandes. Se las comí bien comidas. Luego le quité la falda negra y las bragas blancas. Le pasé la lengua por los labios del coño. Metí la puntita de la lengua dentro, y lanzando un gemido, me dijo:

-¡¡Me corro, cielo, me corro!!

En mi lengua sentí las contracciones de su sexo, ya que la apretaba y la soltaba. Cuando iba a terminar, entre jadeos, me dijo:

-¡Méteme la polla, métemela!

Se la metí, y lo que nunca había visto, ni volveré a ver, ocurrió, nueve veces se corrió en menos de dos minutos-

Cuando acabó, me mandé mi vaso de caña de hierbas de una sentada. La ocasión lo merecí

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2 respuestas

  1. nindery

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